jueves, 26 de enero de 2012

Venezuela


Miguelito vuelve a la tercera base










Miguel Cabrera aún no sabía que la llegada de Prince Fielder a los Tigres de Detroit era oficial, aunque era algo
que ya se esperaba. El slugger se mostró complacido por la nueva adquisición de los bengalíes  y confirmó que
volverá a sus orígenes, la tercera base.
 “¿Ya es oficial que lo firmaron?” preguntó Miguel Cabrera al otro lado del hilo telefónico.
“Menos mal que terminaron de concretar ese contrato porque estábamos a la expectativa de eso.  Esa
adquisición de él nos favorece mucho a nosotros con la pérdida lamentable de Víctor Martínez.  Cuando él
regrese vamos a tener dos bateadores de jerarquía en el lineup”, agregó Cabrera desde Estados Unidos
donde se mantiene entrenando para la temporada.
 Cabrera indicó que la firma de Fielder se venía manejando desde hace tiempo y que de hecho él fue consultado
acerca del movimiento que lo llevaría a la tercera almohadilla. “Pasaré a la tercera base lo que le dará
más balance al lineup. Eso era algo que veníamos hablando desde el fan fest hasta ahorita y me dijeron que lo
más probable es que yo tuviera que regresar a la tercera base y tengo que estar listo para eso”, expresó
el jugador maracayero. “La adquisición era algo que habíamos hablado entre todos, era algo que
queríamos, un pelotero más que necesitábamos y ojalá nos vaya bien esta temporada”, agregó el actual
monarca de bateo de la Liga American

Apesar de Los Problemas Miguelito Sigue





NUEVA VIDA 
Ansiedad, nerviosismo, alegría, esperanza.

La vida de Gregoria, Miguel, José Miguel y Ruth, su hermana de 17 años, cambió por completo.

La separación fue lo más doloroso. “Al principio le pegó bastante; pero él tomó esto con mucha madurez y entendió que ese era su trabajo y lo que quería hacer con su vida”, indica Goya.

Sin embargo, eso no impide que el “Gordo” -apodo materno- sienta nostalgia por los canelones y las arepas de la mamá, su comida preferida. “Todo el tiempo hablamos con él, lo que hacemos es decirnos:Te quiero mucho, yo también, te amo, ponle Miguelito…” .

Ahora no está sólo. El 26 de junio de 2002 se casó por civil con Rosángel Polanco (20), su novia en el liceo, del barrio La Cooperativa, cercano a La Pedrera.

Fue Rosángel la que llamó a Goya el dia 20 de junio de 2002 para anunciarle la buena nueva: José Miguel subía a las Mayores.

Más tarde ese mismo día, y con su primer jonrón a cuestas en la Gran Carpa, volvió a repicar el teléfono en Maracay: “¡Mamá estoy feliz!”.
La emoción contagió a la familia.

“Esa noche le prendí su vela a la Virgen del Carmen y le dije: Mira, concédeme que mi nieto no me baje, nada más para arriba”, rezó doña Berta.

Y la protectora de las ánimas del purgatorio le dispensó el milagro, así como a él su sueño: “Miguelito me decía, ‘abuela yo tengo esperanzas de ser un buen deportista para ayudarlos a salir de esta situación’, porque estábamos muy mal”.

Se Mantuvo Miguel











TRABAJO FUERTE 
En la escuela de David Torres jugó hasta prejunior (categoría de 9-10 años de edad), dentro de la liga Mario Briceño Iragorry. Cuando ascendió a junior, ingresó al equipo Fanametal en Cagua y más tarde pasó a jugar con Tigritos, dirigido por el scout de los Rojos de Cincinnati Félix Delgado

“El no fue tremendo, lo único es que se la pasaba con la pelota y no pelaba para darle un pelotazo a cualquiera; pero, su familia puso mucho empeño para que echara para adelante”, agrega risueña la abuela Berta.

Frank Torres, primo de Miguelito, lo describe como un muchacho tranquilo. “Para divertirnos jugábamos básquet, futbolito y, cuando tenía juego los fines de semana, visitábamos parques, hacíamos parrillas o nos bañábamos en la playa”, acota este joven de 22 años que también es beisbolista.
A los 13 años, en una charla de sobremesa Miguelito delineó su futuro. Le comunicó a su padre que deseaba convertirse en pelotero profesional y recibió una serena respuesta: “Debes dedicarte a eso y a tus estudios, trabajar bastante para lograr esa meta”, y a partir de ese momento, relata Goya, “comenzó a aplicar ese consejo. Salía del liceo Andrés Bello, donde se graduó, a la 1 de la tarde, almorzaba y después practicaba hasta la 6 pm”.

Para cuidar su brazo, el papá le prohibió jugar voleibol, disciplina en la que resaltó hasta el punto de que le propusieron integrar la selección nacional juvenil de la especialidad.
“Pero él se iba a practicar escondido”, advierte Goya. Por ello, el rostro que acapara las primeras planas de los periódicos venezolanos “cuando ganaba su sexteto, huía de los reporteros gráficos y nunca salía en las fotos para que nosotros no nos enteráramos”. Pronto el beisbol absorbería todo su tiempo. Los éxitos logrados en diferentes certámenes le abrieron un puesto en la novena que disputó el Panamericano de San Luis, EEUU, en 1997.

En ese torneo, José Miguel fue designado campeón shortstop, jonronero, bate, slugger e infield. Gracias a esta actuación, recibió varias condecoraciones en el país, incluido su segundo premio a la excelencia de la juventud aragüeña, y fue llevado por Gilberto Mendoza a la cena anual de la Asociación Mundial de Boxeo en Las Vegas, donde compartió, entre otros, con Evander Holyfield y Larry Holmes.

En Missouri, además de las distinciones, conquistó la atención de los cazadores de talentos de las Mayores. “Eso era un solo corri corri. Del liceo al estadio de La Pedrera. Llegaba el jefe de Toronto, a los tres días uno de los Marlins. Hubo un momento en que los scouts de Venezuela no podían hacer nada porque no sabían cómo calificar a ese pelotero”, narra Goya.

En el día Miguelito deslumbraba a los observadores foráneos y, en las noches, los padres se mantenían en vela. “No dormíamos, estudiábamos las ofertas. Qué pelotero jugaba aquí; qué chance podía tener José Miguel con las organizaciones. Eso lo hablábamos Miguel y yo en las noches, que se nos iban en puro pensar”.

Las cavilaciones culminaron el 2 de julio de 1999, en El Portón de la Abuela en la avenida Las Delicias de Maracay, donde Cabrera sorprendió al mundo del beisbol al firmar con los Marlins de Florida por un bono de 1 millón 800 mil dólares.

“Ese día tuvimos que escondernos, el Hotel Pipo estaba lleno de scouts y agentes, no podías moverte.Tuvimos que irnos a la playa para evadirlos, pero teníamos una visión clara porque los clubes le daban 5 ó 6 años para llegar arriba y, al final, sólo necesitó 4 años”, se congratula Goya, quien asegura: “Pensamos en el futuro de él, no en el dinero”.

Al día siguiente de la firma, los periodistas arribaron a La Pedrera para ubicar al millonario prospecto, que los recibió descalzo, en shorts y sumergido en una montaña de arena junto al palo de almendrón del patio de la casa de la abuela.

Primeros Pasos De miguelito







PRIMEROS PASOS 
A los 4 años, Miguelito, fanático de los Leones del Caracas , ingresaba a la escuela de beisbol David Torres. Casi fue debut y despedida. “Era la primera vez que jugaba. Lo metieron en segunda base y cuando venían a batear, al niño que le antecedía le pegaron un pelotazo. Luego de ver eso, se guindó de la cerca y de allí no lo pudo quitar nadie”, rememora entre risas Gregoria, a quien todos llaman cariñosamente Goya.

Un año duró el susto dentro del cuerpo del aporreador que haría temblar a los mejores brazos del Big Show. “Se ponía a llorar, no quería ir a las prácticas; sin embargo, al ver a los niños entrenar, se entusiasmó y volvió al estadio”, agrega la mamá del ahora jardinero derecho de los MarlinsTigres de Detroit.

Esta etapa fue fundamental para Cabrera, quien nació el 18 de abril de 1983 en el Hospital Central de Maracay. José Torres estima que a su difunto hermano David se le debe mucho de la formación deportiva del grandeliga. Goya coincide con esta apreciación y añade que el tío “era fuerte con él para que entrenara. Nunca le decía que era bueno; en cambio, le repetía que tenía que ponerle más porque aún le faltaba demasiado”.

Su madre confiesa que “la crianza de Miguelito fue un poco dura, con humildad. No exigía nada, comprendía la situación que atravesábamos”.

Miguel Cabrera, su padre, tenía un taller de latonería y pintura; al tiempo que la mamá era ama de casa y ayudaba en las cuestiones del negocio familiar.

Los padres hicieron hincapié en la disciplina del joven y forjaron su espíritu luchador.
“Goya fue muy fuerte con él, lo apretó mucho en el bachillerato”, indica el tío José, quien reconoce la dedicación de su hermana y su cuñado para con su primogénito.

“Su mamá y su papá hicieron cosas que pocos hacen por sus hijos. Todos los fines de semana lo acompañaban al estadio y todo esto es el fruto de sus esfuerzos”, sostiene Simón Astudillo Urbina, vecino y dueño de un restaurante en La Pedrera, que se jacta de conocer al cuarto bate de los campeones mundiales “desde que era un peladito”.

Wilmer Astudillo Mora, comerciante de la zona, rescata que “sus padres siempre lo fueron llevando con mucha educación. A las 9 de la noche estaba recogido en su casa, y cuando no estaba allí se la pasaba en el estadio y, a veces, en la plaza de enfrente”.
En La Pedrera es el único tema de conversación.

Sus afiches cuelgan de las paredes de casas y locales comerciales; mas, no se trata simplemente de la fascinación por el ídolo deportivo, sino el aprecio por el vecino afable, juguetón, bailador de merengue, callado y modesto.
Luis Enrique Correa lo pinta como “un buen muchacho” y revela que en más de una ocasión cruzaba la calle para comprar en su quincalla sus chucherías preferidas y “chocolates para sus amigas”.

Miguelito Cabrera











Nombre: Jose Miguel Cabrera Torres
Nació: 18 de Abril de 1983 en Maracay, Venezuela
José Miguel Cabrera se uniformó por vez primera a los 4 años y el miedo se le metió en el cuerpo. No volvió a jugar en todo un año. A los 13 tomó la decisión de su vida, quería ser lo que es: un grandeliga. Y consiguió dos scouts de lujo: su padre Miguel y su madre Gregoria.
Segun cuenta su abuela materna, Berta Torres “El siempre se tiraba por la empalizada para ir a entrenar o jugar caimaneras en el estadio de béisbol que está detrás de la casa …”
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Con el pasar de los años, esa suerte de patio trasero se convirtió en el destino de decenas de observadores y directivos de organizaciones del beisbol estadounidense, que peregrinaron desde el norte para comprobar con sus propios ojos lo que ya los reportes eran incapaces de definir adecuadamente.
José Torres, tío del jugador, recuerda claramente la impresión que su sobrino causó a los representantes del equipo de los Marlins de Florida. Sentado en la pequeña tribuna del descuidado parque de pelota, revive aquel momento: “Ellos estaban aquí, viendo hacia la puerta, impacientes porque Miguelito no llegaba; pues no se habían percatado de que estaba en el terreno y que había entrado al saltar por la pared de la casa de la abuela”.

“Luego, lo pusieron a fildear y lanzar la bola. No creían lo que veían. Después le dijeron:¡Vente a batear! Y Miguel la ponía donde quería. Iban de un lado a otro, no lo podían creer. Este muchacho como que es extraterrestre, bajó de la Luna, gritaban”.
Se equivocaban. José Miguel emergió del muy terrenal y humilde barrio La Pedrera en los alrededores de Maracay, estado Aragua, en un hogar en el que, a falta de pan, los niños nacían con el bate y el guante bajo el brazo.

Todos sus tíos maternos practicaron beisbol. José militó con los Tigres de Aragua y estuvo en las menores con Kansas City; David defendió en el país a la novena aragüeña y también se uniformó con los Cardenales de Lara; mientras que en EEUU estuvo con las filiales de otros pájaros rojos, los de San Luis. Francisco participó en la selección nacional amateur de beisbol y el menor, Pedro, tuvo una breve pasantía por los diamantes y luego se dedicó a las artes marciales.

Mas en este caso, hijo de gata caza ratón.La madre de José Miguel, Gregoria Torres jugó softball, al igual que sus otras tres hermanas, y destacó durante 14 años con el combinado femenino de Venezuela, ocupando la posición de campo corto y viajando a diversas competiciones internacionales.

“¡Ocho hijos deportistas!”, se ufana la señora Berta, quien a los 84 años celebró que su nieto haya completado el sueño que sus hijos apenas rozaron. “A ellos la suerte no los ayudó, cosas de Dios”, explica.